Ser francés, francés de verdad
En estos días de furia que sacuden a Francia, mucho se ha hablado sobre qué es ser realmente francés y qué no, qué es estar asimilado o integrado. Se ha hablado de historia, de olas migratorias, de racismo, del amor u odio hacia los símbolos patrios azules, blancos y rojos. La respuesta a qué es ser francés es mucho más compleja de lo que parece, en un país donde por mucho tiempo ha imperado el derecho del suelo y cuya demografía ha cambiando drásticamente en las últimas décadas. Cuestión de sangre para unos, de valores para otros, simple condición administrativa para los demás. Aquí, ensayo algo distinto, una enumeración no exhaustiva de qué es ser francés en lo más impalpable pero, a mi entender, en algo tanto o más definitivo que un pasaporte.
Ser francés es entrar en la panadería y pedir unabaguettenodemasiadococida en una sola palabra. Ser francés es decir “a la americana” para describir todo lo que es excesivo y vulgar. Ser francés es pretender viajar al extranjero para vivir la experiencia auténtica de los locales evitando a otros franceses y odiando a los turistas. Ser francés es juzgar que la felicidad es una frivolidad del márketing y que hay cosas más importantes en la vida. Ser francés es no haber leído a Shakespeare porque en la escuela consideraban que con Molière bastaba. Ser francés es saber escribir las cartas con la prosa pasivo-agresiva que exige la administración. Ser francés es ser un camarero cuyo bolsillo no depende de su simpatía. Ser francés es pensar que se puede explicar el mundo sólo con autores franceses. Ser francés es despotricar contra la comida chatarra y tener en Francia la mayor cantidad de McDonald’s del mundo. Ser francés es pensar que Johnny Hallyday es un músico de verdad y que es conocido más allá del mundo francófono. Ser francés es sospechar del nacionalismo francés y amar el de los países del tercer mundo. Ser francés es querer que en cualquier partido gane el más débil, síndrome de Astérix. Ser francés es estar convencido de que Francia debía sentarse en la mesa de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial. Ser francés es festejar los acontecimientos deportivos de los Bleus con música disco gay. Ser francés es saber que en algún momento de cualquier fiesta francesa va a sonar Claude François. Ser francés es pensar que la opinión de Francia sigue siendo importante. Ser francés es no reformar nada hasta que la cosa estalle en revolución. Ser francés es hablar con la boca en “cul de poule” (culo de gallina) hasta que el labio superior quede tieso como el de François Mitterrand. Ser francés es pensar que la mejor época fueron los años 80. Ser francés es estar convencido de que la opinión de los escritores es importante. Ser francés es resoplar constantemente para reprobar y decir “bof” para minimizar los acontecimientos. Ser francés es decir simultáneamente que Francia es un país racista y el país de los Derechos Humanos. Ser francesa es parecer naturalmente bella con pocos artificios pero sutilmente elaborados. Ser francés es decir que el aire acondicionado es una extravagancia innecesaria. Ser francés es conocer a Lou Reed o a Leonard Cohen de escucharlo en radios comerciales. Ser francés es odiar a los parisinos y pretender que el resto de Francia es distinto. Ser francés es hablar del examen del Bac (bachillerato) borracho en una fiesta 20 años después de haberlo obtenido. Ser francés es amar de toda la vida a las “cougar” sin haberlo conceptualizado. Ser francés es vivir de la reputación de francés en el extranjero. Ser francés es tratar de convencer al resto de la humanidad de que la hache en inglés es muda. Ser francés es amar lo brasileño porque es lo opuesto a ser francés. Ser francés es haber nacido en los 90 y llamarte Kevin. Ser francés es haber dejado de decir que el fútbol era un deporte de infradotados en 1998. Ser francés es jactarse de haber casi inventado internet con el Minitel. Ser francés es protestar.